Acostúmbrate a leer las etiquetas de los productos para detectar el azúcar oculto. La OMS recomienda que el azúcar sea inferior al 10% del valor calórico total de tu dieta. El consumo actual está muy por encima, entre un 16-36%.
Cuando un producto contiene más de un 15% de azúcar, es decir más de 15 g en cada 100 g de producto, aléjate de él, es demasiado azúcar para tu organismo.
En los último años ha aumentado el consumo de alimentos con el apellido “cero por ciento”, “light” , “bajo en…” o “sin”, ya que el sentimiento de culpabilidad es menor que si nos comemos a su hermano “con”. Pero debes tener cuidado, que no es oro todo lo que reluce y existe mucho azúcar oculto. Los alimentos bajos en grasas tienen un mayor contenido en azúcar o edulcorantes, con nombres menos conocidos para que pasen desapercibidos al consumidor: jarabe de maíz, dextrosa, fructosa, sacarosa, glucosa, miel de caña, maltosa, sorbitol, xilitol, sucralosa, siropes…
Esto es un problema tanto si quieres mantener la báscula a raya como si tienes tendencia a que te suba el colesterol o el azúcar en sangre, o sufres alguna patología de base inflamatoria, cuya evolución empeora cuando no se regula el nivel de azúcar en sangre (cáncer, cardiovasculares, artrosis, artritis, depresión, migrañas, alergias crónicas, psoriasis, diabetes, asma, depresión, hiperactividad infantil, Alzheimer, Parkinson, etc).
Light
Alimentos que tienen como mínimo un 30% menos de calorías con respecto al producto original. Esto se consigue reduciendo las hidratos de carbono (azúcares), que son sustituidos por edulcorantes artificiales que por su sabor dulce, provocan una respuesta similar en tu cerebro y pácreas a la que produce el azúcar: se activa la insulina y aumenta el apetito y la acumulación de grasa corporal. Otros productos light se consiguen sustituyendo un tipo de grasa por otra de menor aporte calórico. Como la grasa es el vehículo para el sabor del alimento, los productos bajos en grasa se “rellenan” con más azúcar o edulcorantes para que el consumidor los acepte mejor.
Bajos en calorías
Contienen menos de 40 calorías por 100 g de alimento sólido o menos de 20 calorías por 100 g de alimento líquido.
0% o sin azúcar añadido
No contienen más de 0,5 g de azúcar en 100 g de alimento. Cómo ves el 0% nunca es real, siempre tiene azúcar oculto. Sin azúcar añadido no significa que no tengan azúcar de manera natural, en ocasiones aportan glucosa que es uno de los componentes de la sacarosa o azúcar común; en otros casos contienen otros azúcares (fructosa, lactosa, galactosa…) o edulcorantes que activan la producción de insulina el aumento de grasa corporal y la inflamación. Las personas con alergia a la fructosa o cualquiera de estos azúcares, deben tener especial cuidado con el azúcar oculto en productos 0%.
Bajo contenido en azúcares
Son los que contienen menos de 5 g de azúcar en 100 g de alimento solido o 2,5 g por 100 g de producto líquido.
CONSUMO DE AGUA OCULTO
CONSUMO DE AGUA OCULTO
La cantidad de agua que se usa día a día es elevada. Se usa agua para beber, para la ducha, para lavar ropa y vajilla; pero también se consume agua en la producción de alimentos, papel, ropa, industria, etc. que a veces se ignora que han participado en el proceso. Pocas personas son conscientes del uso directa o indirectamente que va entre 2000 y 5000 litros de agua por día. Esto se da porque las plantas convierten gran cantidad de agua en vapor de agua durante el crecimiento y producción del alimento.
La Huella hídrica o Huella de agua es un indicador que incluye el consumo de agua directo e indirecto de un consumidor o productor, comunidad o empresa y está definida como el volumen total de agua que necesita para producir los productos y servicios consumidos por los mismos. El uso del agua se mide en volumen de agua consumida (o evaporada) y/o contaminada por unidad de tiempo. La huella de agua es un indicador geográfico explícito, que no solo muestra volúmenes de uso y contaminación de agua, sino también los lugares. La huella hídrica de un país (o industria, o persona) se define como el volumen de agua necesaria para la producción de los productos y servicios consumidos por los habitantes de dicho país (o industria, o persona).
Por otra parte, la huella hídrica no sólo es un indicador para orientar el consumo, sino también un instrumento de análisis político a considerar en países con problemas de escasez de agua. Según el informe “Water footprints of nations”, elaborado por la UNESCO, el comercio internacional de agua (en forma de productos alimentarios o industriales) puede ser una solución muy válida para paliar los efectos de la sequía en determinados países, donde el cultivo de alimentos básicos requiere de sistemas de riego muy costosos en términos hídricos y muy poco rentables en términos económicos.
Para medir el impacto en las reservas de agua mundiales, se ha creado el concepto de Huella Hídrica de las naciones, un instrumento que permite saber cuánta agua estamos gastando, y racionalizar su uso frente a futuras crisis mundiales de agua.
Huella hídrica en España
El consumo de agua en los hogares es muy poco representativo: tan sólo supone el 5% del gasto, frente al 80% de la agricultura y el 15% de la industria. Según el informe de la UNESCO elaborado en 2004, España es el tercer país con la huella hídrica más elevada por habitante y año. Con una media de 2.325 metros cúbicos al año, alrededor del 36% de esta huella hídrica se origina fuera de España, sólo por detrás de Estados Unidos con 2.483 m3, e Italia con 2.332. En términos absolutos, la huella hídrica total española es de 93,98 Kilómetros cúbicos/año, por encima de la media mundial fijada en 74,52.
España ha sido uno de los primeros países del mundo en introducir la huella hídrica como indicador en los planes de las cuencas hidrográficas. Y esto proporciona resultados llamativos. Así ocurre con la Cuenca del Guadalquivir, donde, como explica la investigadora Aldaya, el 82% de la huella hídrica corresponde a cultivos con una productividad muy baja de menos de 0,4 euros por m3 de agua. O con la del Guadiana, donde en el Alto Guadiana se emplean enormes cantidades de agua en cultivos de bajo valor económico, como los cereales, habiendo otros que aportan más con menos agua (como el viñedo o el olivar). O del entorno de Donaña, donde, como indican estos investigadores, la agricultura consume ya desde hace tiempo parte del agua que se calcula que necesita la naturaleza del espacio natural.
España importa muchísima agua en forma de cereales y piensos, fundamentalmente para alimentar al ganado, que la que exporta en forma de frutas y hortalizas. Sin este “comercio de agua virtual” , los españoles sólo podrían comer como máximo la mitad de carne que consumen actualmente.
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